Si tienes un labrador seguro que sabes de lo que estamos hablando ¡y es que parece que su hambre no tenga fin!
Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y publicada en la revista Cell Metabolism reveló que su obsesión con la comida se debe a una mutación en el gen POMPC. Esta mutación dificulta la producción de la sustancia química que, desde el cerebro, avisa de que ya no se tiene hambre tras una comida. La mutación se produce aproximadamente en el 23% de los labradores.
Esto significa básicamente es que los perros afectados no pueden sentirse saciados.
De esta forma, al tener siempre sensación de hambre, aumentan sus probabilidades de padecer obesidad.
Además de identificar el primer gen de la obesidad canina, los científicos se sorprendieron al ver que los “perros-guía de tipo labrador”, presentaban con mayor frecuencia la mutación en el gen POMC. Esta variante explicaría por qué este tipo de ejemplares son más fáciles de adiestrar y educar utilizando la comida como recompensa, aunque los científicos prefieren ser cautelosos dado el reducido número de perros analizados.