Obviamente no se cuentan chistes ni se sorprenden gastándose bromas, pero sí producen vocalizaciones cuyas respuestas neurológicas son similares, por circuitos y hormonas producidas, a las que se observan en el cerebro humano.

Patricia Simonet (1959-2010), conocida especialista en comportamiento animal, trabajó en el Servicio Regional de Protección Animal del Condado de Spokane (SCRAPS), donde estudió lo que ella llamó la risa de los perros, el jadeo feliz que hacen los perros mientras juegan.

Se encargó de documentar una serie de sonidos que emiten los perros cuando están jugando. Así, llegó a la conclusión de que los canes al buscar una pelota mientras estaban jugando, gruñían, gemían, ladraban y jadeaban… Ciñéndonos al término científico que se le dio a estos sonidos de nuestros peludos se les llamó «exhalación forzada y espumosa», que en un lenguaje común podríamos traducir como, ¿risa canina?

En sus conclusiones menciona que para el oído humano, el ruido de una risa animal no va a sonar igual a nuestras carcajadas o el típico “jajaja” sino que el sonido parece más como un jadeo que se vuelve un ruido gutural como “hhuh, hhuh” y que puede tener frecuencias diferentes a las que tiene el jadeo natural de un perro.

Pero la investigadora fue más allá, y utilizando un espectógrafo pudo corroborar que el patrón se repetía tanto en perros adultos como en cachorros y siempre en momentos en los que experimentaban placer.

Simonet confirmó los efectos positivos de la risa en un experimento con 15 cachorros a los que les puso las grabaciones de las risas en el parque y cuando las escucharon, los cachorros se pusieron a jugar emocionados.

Apareció dos veces en “Good Morning America” para hablar sobre su trabajo y creó un CD de risas de perros para reproducir en el refugio SCRAPS y otros refugios de alrededor del condado para mantener a los perros más tranquilos en sus jaulas.